LOS SUEÑOS DE LA ETERNIDAD, vol 1.

 

LOS SUEÑOS DE LA

ETERNIDAD

 

LIBRO 1 DE UNA COLECCIÓN 

PRÓLOGO Y ESTUDIO PRELIMINAR DEL

PROF. ODED BALABAN, FILOSOFÍA,

UNIVERSIDAD DE HAIFA, ISRAEL.

Autor: Alejandro Bovino Maciel

 

 

La obsesión de la vida perdurable nos llevó a soñar en el tiempo las distintas formas que asumió la idea de eternidad. Este sueño dorado contra la muerte se convirtió en pesadilla en manos del poder religioso, que llevó a muchas personas a la muerte. Volver sobre nuestros pasos humanos acompañados del humor, que salva cualquier condena moral, puede ser un modo de disipar los errores

Con el tiempo, los seres humanos fuimos acumulando sueños y pesadillas. Ignoro si la eternidad es un anhelado sueño o una infausta pesadilla, pero volver a recorrer el camino que nos llevó a concebirla, quizás nos ayude a ver un poco más claro en esta nebulosa.

Desprender la idea de eternidad de la teología cristiana es virtualmente imposible: nació con ella.

Es sabido que entre los judíos no existe la superstición de una vida eterna.
Jahveh nunca prometió la eternidad a los hijos del duro desierto.

Siendo una invención griega con adopción cristiana, esa eternidad nos señala los fundamentos sobre los que asienta la cristiandad, que están hechos de la misma piedra que sostiene la civilización occidental.
En esta parte (UNO) de esta obra nos aguardan los primeros concilios ecuménicos. Quizás, también, nos aguarde la fe que he perdido pero me consta que otros han sabido mantener.
He tratado de sobrevivir por medio del humor a las peores tormentas que amenazan la vida, que es un bien siempre acechado por el mal. No olvidé esa compañía del humor al iniciar esta travesía. No sé si este recorrido les será de utilidad, pero sé que el humor nos unirá un poco más cada día.
Para que ese humor no despertara sospechas, como siempre, me río de mí mismo. Sobran datos en mi malograda persona para hacerse un festín, quiero anticiparme a los demás en eso.
Ojalá todos y todas podamos ser un poco más felices el día de mañana. Y el mes que viene, si el salario alcanza.
Esto es una pequeña colección, éste es el ejemplar 1 de 6

Buenos Aires, ABM, enero 2023

LOS SUEÑOS DE LA ETERNIDAD, vol 1.  www.libreriadelapazediciones.com.ar

 

Fragmento del prólogo del prof. Oded Balaban, Filosofía, Universidad de Haifa, Israel.

 

 

La obra de Bovino Maciel es de naturaleza crítica. Está a la
vez teñida de un humor que facilita la lectura, dando al lector ánimo, o sea, respiro.

Su sutileza se expresa en el modo fiel con que recorre filoso-
fías, ideas y descripciones históricas, y su critica se hace explícita con sólo señalar con gracia y agilidad lo que nos está diciendo con un tinte a la vez totalmente personal. Vemos al autor, no solamente lo leemos. Con eso es suficiente, como en la ironía socrática o las
descripciones del ser humano en Jonathan Swift para percibir su agudeza y su crítica mordaz.

 

Professor Oded Balaban
Department of Philosophy
University of Haifa, Israel.

 

 

 

“Los sueños de la eternidad en el tiempo”, de Alejandro Bovino Maciel

Por Luis Benítez

 

 

 

Nota crítica aparecida en el portal Escritores.org de España, julio 2023.

 

El sello argentino Librería de la Paz acaba de distribuir el primer tomo de un erudito trabajo del destacado autor local, con introducción del Prof. Oded Balaban, del Departamento de Filosofía de la Universidad de Haifa, Israel. “Hay tres o cuatro cuestiones que me mantienen insomne a veces: el tiempo, su sombra llamada movimiento, los sueños y el espacio.” A.B.M. Prevista como de largo alcance -un total de seis tomos son proyectados por el autor- la serie se inicia con este título, Los sueños de la eternidad en el tiempo (1), donde Alejandro Bovino Maciel despliega su ya reconocida erudición acerca de múltiples ramas del conocimiento, aspirando a plantear tanto interrogantes como posibles respuestas a tópicas fundamentales que hacen al meollo mismo de la civilización en nuestro hemisferio. No en vano, el subtítulo que abre el volumen adelanta: “Notas y ensayos sobre la triple obsesión del tiempo móvil, de los sueños y del mayor sueño que tramaron los tiempos: la eternidad”. El discurso ameno y por momentos cargado de ironías que tan bien le conocen sus numerosos lectores de un lado y otro del Atlántico (es un creador de nutrida obra en el campo de la ensayística, la dramaturgia, la poesía y la narración) torna de fácil acceso el más de un centenar de páginas de Los sueños de la eternidad en el tiempo. Ello, pese a que Bovino Maciel no teme adentrarse en temas de extrema complejidad, que sin embargo resuelve con una soltura conjugada con atenta y minuciosa investigación, lo que vuelve a este volumen inicial tan de valor para el estudioso como para aquel que desea adentrarse por primera vez en los interrogantes más acuciantes que cimentan nuestra imagen del mundo. La historia eclesiástica desde sus albores mismos es examinada agudamente por el autor correntino, como clave que resulta ser para entender cómo se conformó paso a paso esa visión que tenemos de las cosas las mujeres y los hombres comunes de nuestro tiempo, dado que la Iglesia fue, desde sus inicios, creadora de sentidos y valores simbólicos de fuerte impronta sobre la población mundial, influencia que perdura hasta nuestro presente mismo, bien que discutida su propuesta de la realidad desde múltiples corrientes filosóficas, políticas y sociales. Es que la discordancia entre la visión eclesiástica y la secular en cuanto al sentido de la existencia, el papel de la humanidad en el tiempo y el espacio, con sus numerosas secuelas de intentos de rebatimiento, desmentidas e impugnaciones, resulta ser la médula misma o al menos parte primordial de lo que anima a las diferentes sociedades que conforman lo occidental. Este volumen lo toma ampliamente en cuenta, abriendo un abanico de referencias al conflicto milenario que recorren sus páginas. Doctrinas envejecidas pero no ausentes del pensamiento general aunque sea como remanentes, son examinadas por Bovino Maciel con la paciencia y la potencia del serio estudioso que es, contraponiendo unas a otras, exhibiendo sus paradojas y contradicciones, señalando con meridiana claridad cómo la pregunta esencial por el ser, el ser en el tiempo, sigue siendo, entre muchas otras cuestiones de igual importancia y peso específico, uno de los interrogantes fundantes de nuestra cultura. Una cultura erigida sobre la base no de respuestas definitivas -ninguna alcanzó ni alcanza a serlo, ninguna puede aspirar a lo unívoco y total- es una edificación movediza desde sus mismos cimientos y Alejandro Bovino Maciel nos muestra cabalmente cuáles han sido y son esas oscilaciones, ese contenido sismo al que mide con precisión de topógrafo. Cabe insistir en la fácil lectura de este tratado del autor nacido en Corrientes, Argentina, en 1956, para entender que, no por tratar temas tan complejos como los que abarca este primer tomo de su ambiciosa empresa escritural, deja de darle la bienvenida a cualquiera interesado en saber quién es en el tiempo y qué nociones y propuestas, de antigua o más reciente data, lo han llevado a autopercibirse como lo hace. Una encomiable labor de divulgación, que trasciende el terreno de lo específicamente filosófico, anima esta propuesta que ya hace esperar a muchos la continuidad prevista de la saga. El autor El poeta, ensayista, dramaturgo y narrador argentino Alejandro Bovino Maciel nació en la provincia de Corrientes en 1956. Entre otros, ha publicado los siguientes títulos: La salvación, después de Noé (cuentos y ensayos, Editorial Ocruxaves, Buenos Aires, 1989); Los conjurados del Quilombo del Gran Chaco (relatos, en coautoría con Augusto Roa Bastos, Omar Prego Gadea y Eric Nepomuceno, Edit. Alfaguara, Buenos Aires, 2000, Editorial Record, Brasil, Río de Janeiro, 2001); El trueno entre las páginas (conversaciones con Augusto Roa Bastos, Editorial Intercontinental, Asunción, Paraguay, 2002); Polisapo (narración en coautoría con Roa Bastos, Ed. Servilibro, Asunción, Paraguay, 2002, Editorial Libresa, Ecuador, 2005, Editorial Laberinto, España, 2006); La Bruja de oro (nouvelle infanto-juvenil, Servilibro, Paraguay, 2004); Prostibularias-1 (en coautoría con otros autores paraguayos y argentinos, Editorial Servilibro, Paraguay, 2002); Diários de um rei exiliado (Editorial Landmark, Sao Paulo, Brasil, 2005); El señor es contigo (en coautoría con Gloria Rubin, investigación sobre feminicidio en Paraguay, Servilibro, Paraguay, 2005); 20 poemas de humor y una canción disparatada (en coautoría con Pepa Kostianovsky, Servilibro, Paraguay, 2005); Culpa de los muertos (novela, Editorial Rubeo, Barcelona, 2007); Cuentos en la guerra y en la paz (Servilibro, Paraguay, 2011); La faute des morts (novela, Editions La Derniére Goutte, Estrasburgo, Francia, 2014); Teatro Político-1 (Editorial Intercontinental, Asunción, Paraguay, 2012); Enero. Los perros de Dios (Editorial Servilibro, Asunción, Paraguay, 2013); Teatro Político-2 (Editorial Nueva Generación, Buenos Aires, 2015); Teatro Político-3 (Editorial EUDEBA, Buenos Aires, 2016). Es director de Palabras Escritas, revista-libro, diálogo cultural entre Brasil e Hispanoamérica, Edit. Servilibro, Paraguay. Es miembro de SAL-REDAL, centro de estudios de la Universidad de la Sorbona, París, Francia. NOTAS (1)Editorial Librería de la Paz, ISBN 978-987-8964-60-7, volumen 1, con estudio preliminar del Prof. Oded Balaban, Departamento de Filosofía de la Universidad de Haifa, Israel, 132 pp, Resistencia, provincia argentina del Chaco, 2023. www.libreriadelapazediciones.com.ar/

 

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Los sueños de la eternidad en el tiempo, de Alejandro Bovino Maciel: “La escritura libra, dentro de cada uno, la guerra contra la nada”

[por Alberto Boco]

publica: daniel rojas pachas-0:35:00

Nota crítica aparecida en la Revista Cinosargo de Colombia, julio 2023.

 

 

 

 

 

Los sueños de la eternidad en el tiempode Alejandro Bovino Maciel: “La escritura libra, dentro de cada uno, la guerra contra la nada”

 

Un trabajo del autor argentino donde la vasta investigación previa se amalgama con un elaborado discurso que desarrolla temas fundamentales del pensamiento occidental.



Si nada se mueve, no hay tiempo, porque el tiempo es el rastro del movimiento.”

Carlo Rovelli (1)

El sello editorial Librería de la Paz de la Ciudad de Resistencia, provincia del Chaco, República Argentina, acaba de publicar “Los sueños de la eternidad en el tiempo” (2) de Alejandro Bovino Maciel (3), escritor nacido en la ciudad de Corrientes, capital de la provincia de igual nombre que, como la ciudad de Resistencia, se ubica en la región noreste del vasto territorio argentino.

Este libro es el primero de una serie de seis volúmenes donde Bovino Maciel aborda la difícil tarea de maridar el pensamiento racional con los territorios de la fe, la noción de temporalidad “de los almanaques y los relojes”, su atadura a lo real material, con ese otro territorio sin principio ni fin, lo eterno, dominio típico del discurso religioso, en este caso del cristianismo.

Un tercer espacio, desde el propio título, le suma color y sabor a la elaboración, un ingrediente bello y terrible como el ángel rilkeano: el sueño.

Se parte desde las primigenias disputas en tiempos del primer cristianismo y los motivos de fondo que las mismas encubrían (aunque no tanto), como lo señala precisamente el prologuista Oded Balaban, del Departamento de Filosofía de la Universidad de Haifa.

Cuando se dice maridar (en sentido gastronómico) se suele referir a elementos de diferentes contexturas unidos por cierta afinidad u oposición, que el gusto del comensal debe reconocer como distintas y armonizar para su deleite o rechazo según le plazca. No se deber entender aquí como maridar deseo alguno de homologar, sintetizar, ni mucho menos fusionar ideas, nociones, conceptos que se resisten a su dilución uno en otro como el agua y el aceite.

El autor nos propone, con una prosa cuidada, ágil y cargada de ingenio, un relato que escapa al antagonismo fácil, que no llama al lector a tomar partido o a reforzar creencias, las que sean, sino a hacer uso de su inteligencia suscitada por una escritura amena sobre un contenido, el tiempo, que como tal y como tema se nos presenta inagotable. Para ello parte de las múltiples elaboraciones de los dogmas religiosos occidentales (el cristianismo en particular) y el sentido, y acaso las consecuencias (en nosotros y nuestras creencias) sobre la duración y extensión del tiempo y la noción de lo eterno.

Cabe destacar la perspectiva humanista del autor, su postura ética presente en no pocos señalamientos y otro factor que atraviesa la obra y que nos inspira a reflexionar: el tema del poder. Un ejemplo son estos párrafos que, en la mirada de quien escribe estas líneas, expresan con precisa claridad el sitio donde se afirman los valores y convicciones del autor:

La muerte sobreviene como castigo en la Biblia. Por tal razón toda la mitografía judeocristiana e islámica carga con el inmenso peso de la culpa que nos extorsiona: somos seres miserables, díscolos, desobedien­tes y nos hemos ganado el repudio divino. Los descendientes de los des­cendientes de Adán y Eva estamos condenados a sobornar a un Dios colérico para merecer Su perdón. Todos los actos humanos bordean la hybris y el ejercicio de la libertad desafía el poder desde el más alto (espi­ritual) hasta el último comisario de pueblo que ostenta el poder temporal.” (pág. 97 y 98)

“…Ese pecado original de megaloma­nía (“seréis como dioses”, prometió la Serpiente) fue el primer acto de soberbia humana, su sombra sigue acompañándonos desde que fuimos exiliados del Edén y resuena en cada acto de hybris o desmesura que in­tentamos, tal vez porque nadie nos enseñó la verdadera medida humana”. (pág. 89)

“Pero es sabido que los poderes religiosos buscan y buscarán sofo­car la libertad humana recordando que Yahveh nos quería anestesiados en el Edén, conociendo solamente el estado de gracia siempre que re­nunciáramos a nuestra libertad de saber más.” (pág. 98)

En esta dirección nos encontramos sobre el final del libro con una maravillosa síntesis que, justamente enlaza la épica argentina por excelencia, como es el Martín Fierro, con dos aspectos centrales de esta impecable trabajo literario de Bovino Maciel y su coherencia con los valores y principios que sostiene: en primer lugar aparecen con breve pero prístina claridad la eternidad y el tiempo en la palabra de un gaucho iletrado, un modo de decirnos que los pensamientos profundos y las grandes preguntas no necesariamente deben ser espacio solo de injerencia para doctores e intelectuales. En segundo lugar el planteo ético del autor, citando en El regreso de Martin Fierro, obra y personaje arquetípico de la pampa argentina, como evita el ocasional público un seguramente trágico duelo a cuchillo; así expresa su posición frente a lo justo y la importancia del otro, de los otros como metonimia de la sociedad: “Se rompe mágicamente el círculo de la maldad con la intervención de los demás…”. (Pág. 114)

Hay en este valioso primer volumen de la serie, prevista para alcanzar los 6 tomos, un importante número de virtudes y particularidades que llaman la atención del lector y provocan ese atractivo que hace de ciertos libros un hábito lindante con el vicio, una suerte de fanatismo por seguir leyéndolo y como en los deliciosos helados que se saboreaban en la niñez (y también en la edad adulta), que uno lamente el momento en que lo está terminando.

Entre las cualidades podemos señalar un sólido trabajo de investigación, una gran erudición y un vasto conocimiento de múltiples disciplinas y fuentes de información. Bovino Maciel cita con autoridad tanto a filósofos presocráticos como a padres de la iglesia y a cristianos primitivos, a Platón y Aristóteles como a Santo Tomás o San Agustín, tanto a los a antiguos gnósticos como a Sigmund Freud o a Melanie Klein. Como recurso expresivo utiliza una precisa y nos atreveríamos a decir lujosa administración del lenguaje, puesta al servicio de la atracción del lector hacia la obra y no del vano lucimiento personal.

Respecto de las particularidades encontramos, entre otras, el despliegue de una inteligencia poco común y una metodología de escritura no habitual para trabajar este tipo de contenidos. Lo hace con desenfado, con un sentido del humor notable y una fina ironía; de un modo sencillo y accesible trata temas cuyo abordaje no es en absoluto fácil y su clausura está muy lejos de ser alcanzada a menos que nos dejemos llevar por el expediente simplificador de la ciega creencia.

Son muchos los párrafos que encontraremos en el libro donde se ve expresada esta frescura en la pluma del autor, por ejemplo en un fragmento del apartado Soberbia y Humildad del Capítulo 4, donde revisa con justeza y notable síntesis, a los denominados en la religión católica Pecados Capitales. Veamos:

No cesan los teólogos de recordarnos una y otra vez el fantás­tico pecado original que hizo delincuentes a los padres Adán y Eva y que heredamos sin merecer, como una carga congénita que admitió el buen Dios en nuestro genoma que también nos imprime los ojos verdes, la diabetes, la estatura, la obesidad.”

Hay es la elección de la escritura una forma de cercanía casi cómplice con el lector, involucrándose el autor en primera persona como en un diálogo entre amigos para ejemplificar elaboraciones filosóficas y teológicas nada sencillas, a menudo paradojales, dando cuenta de una mirada sumamente aguda que da lugar a ese abordaje original propio de una inteligencia audaz y, por qué no, de la mejor inocencia, aquella que encontramos en las antípodas de la tonta ingenuidad. Entre muchos ejemplos podríamos mencionar estos:

Ay, mi entrañable lectora, mi complementario lector, para aclarar esto de­bemos internarnos en las áridas landas filosóficas ayunas de mitologías y fantasmagorías sagradasLa Ontología es el estudio del Ser despo­jado de atributos como quien decidiera estudiarme prescindiendo de mi estatura, mi anatomía, mi peso, mi genealogía, sexualidad, carácter, fisiología y enfermedades que me acompañan con la fidelidad de un perro” .

O bien:

Para Platón el mundo espiritual inmaterial (al que llamó Topus uranus o ‘sitio celestial’) es perfecto, estable, incorruptible, eterno. En cambio, en el mundo fenoménico y material en el que vivimos, la gente está expuesta al desgaste, la vejez, los tumores frontoparietales, el asma y los impuestos.”

Luego del imponente despliegue de fuentes y referencias teológicas que expone este primer volumen (se recuerda que es el primero de una serie de seis) el autor nos remite en rápida síntesis a la cuestión de la temporalidad en un breve párrafo de la página 100 donde, citando a los ebionitas, una de las tantas sectas de los tiempos del cristianismo primitivo, dice: “Enseñaron que Dios había dividido el dominio del tiempo, he aquí el interés que cobra para nosotros que perseguimos esa idea; a Satanás le asignó el reino temporal y a Cristo, la eternidad.”

En el epígrafe de esta reseña se cita a Carlo Rovelli, que es físico, y dice “el tiempo es el rastro del movimiento”. Al comenzar la lectura del prefacio del libro de Bovino Maciel leemos “el tiempo, su sombra llamada movimiento”, la única diferencia con el físico italiano Rovelli pareciera ser una palabra pero la diferencia no es menor, porque el físico ve primero el movimiento del cual el tiempo es su rastro; en cambio Bovino Maciel ve primero el tiempo y al movimiento, en un giro bellamente poético, lo señala como su sombra. No vamos a abrir aquí una discusión sobre cuál de las dos afirmaciones es más precisa o más verdadera, tampoco cuál es la más bellamente escrita, sería baladí. Lo que sí importa es que en la afirmación acaso más poética de Bovino Maciel está presente un efecto del que había dado cuenta D. H. Lawrence, citado por Deleuze y anteriormente por Victoria Ocampo en la revista SurDice Victoria Ocampo:

En su artículo «El caos en la poesía», que se publicó en diciembre de 1929, es decir, tres meses antes de su muerte, Lawrence nos habla con insistencia del caos en que nadamos: caos del mundo exterior e interior, al que en vano decoramos con el nombre de Cosmos, conciencia, espíritu, civilización, etc. Pero el hombre, afirma, tiene terror al caos. Y entonces, para defenderse de él, interpone una sombrilla abierta entre sí y el eterno Maëlstrom. «Hecho esto –prosigue Lawrence– pinta en el interior de su sombrilla un firmamento... El hombre erige un edificio maravilloso de su propia creación entre sí y el caos salvaje, y luego se anemia y se asfixia debajo de su quitasol. Surge entonces un poeta, enemigo de la convención, hiende la sombrilla y ¡milagro! el caos revelado es una visión, una ventana abierta al sol». Y más adelante añade: «Llégase ahora el momento en que la conciencia humana, aterrorizada, pero infinitamente suficiente, tiene al fin que someterse y reconocer que forma parte del vasto y poderoso caos vivo. Abriremos otras sombrillas. Son ellas una necesidad de nuestra conciencia. Pero no podremos abrir ya nunca más la sombrilla Absoluta, sea ella religiosa, o moral, o racional, o científica, o práctica».

Acaso en esa frase y en esa imagen donde aplica la palabra “sombra” sintetiza nuestro autor su afinidad con el territorio de la poesía y con la mayor potestad del humano, la diferencia capital con los mamíferos superiores, el lenguaje, el responsable de nuestras mayores virtudes y desgracias, del que se ha dicho que, siendo innecesario para la supervivencia y la preservación de la especie, nace y se propaga como un virus que -para bien y para mal- ha hecho de nosotros lo que somos.

Si caos y cosmos son nociones opuestas no parecería prudente que al universo lo sigamos llamando cosmos, en tanto forma inconclusa e ilimitada de ¿totalidad? ¿Es entonces pertinente, apropiada, precisa esa denominación? Con sus últimos hallazgos y sus muchas presunciones los físicos encuentran inteligible algunas leyes de carácter general y al igual que en la filosofía, quedan una enormidad sin respuesta y un sin número de preguntas. En dicho entorno el tiempo, esa dimensión tan definitoria de nuestras vidas, aparece apenas como un fenómeno de tipo local y para nada dotado de las características absolutas y determinantes que los humanos le asignamos.

Persisten las mayores y mejores preguntas, las que justamente no tienen respuesta y suscitan la curiosidad de quienes no se dejan asustar por esos grandes espacios en blanco, que como la página en blanco en la literatura es un espacio solo a la medida de quienes se le atreven, como Alejandro Bovino Maciel, quien nos advierte en lo que denomina auto de fe del autor, que “La escritura libra, dentro de cada uno, la guerra contra la nada”. Este es el caso de Los sueños de la eternidad en el tiempo cuya lectura se recomienda fervorosamente.

 

Alberto Boco (4)

 





Referencias

(1)Carlo Rovelli, en su libro “El orden del tiempo”, Primera edición, mayo 2018, Barcelona, España, Página 53, Traducción de Francisco J. Ramos Mena.

(2)Editorial Librería de la Paz, ISBN 978-987-8964-60-7, volumen 1, con estudio preliminar del Prof. Oded Balaban, Departamento de Filosofía de la Universidad de Haifa, Israel, 132 pp, Resistencia, provincia argentina del Chaco, 2023. https://www.libreriadelapazediciones.com.ar/

(3)El poeta, ensayista, dramaturgo y narrador argentino Alejandro Bovino Maciel nació en la provincia de Corrientes en 1956. Entre otros, ha publicado los siguientes títulos: La salvación, después de Noé (cuentos y ensayos, Editorial Ocruxaves, Buenos Aires, 1989); Los conjurados del Quilombo del Gran Chaco (relatos, en coautoría con Augusto Roa Bastos, Omar Prego Gadea y Eric Nepomuceno, Edit. Alfaguara, Buenos Aires, 2000, Editorial Record, Brasil, Río de Janeiro, 2001); El trueno entre las páginas (conversaciones con Augusto Roa Bastos, Editorial Intercontinental, Asunción, Paraguay, 2002);  Polisapo (narración en coautoría con Roa Bastos, Ed. Servilibro, Asunción, Paraguay, 2002, Editorial Libresa, Ecuador, 2005, Editorial Laberinto, España, 2006); La Bruja de oro (nouvelle infanto-juvenil, Servilibro, Paraguay, 2004); Prostibularias-1 (en coautoría con otros autores paraguayos y argentinos, Editorial Servilibro, Paraguay, 2002); Diários de um rei exiliado (Editorial Landmark, Sao Paulo, Brasil, 2005); El señor es contigo (en coautoría con Gloria Rubin, investigación sobre feminicidio en Paraguay, Servilibro, Paraguay, 2005); 20 poemas de humor y una canción disparatada (en coautoría con Pepa Kostianovsky, Servilibro, Paraguay, 2005); Culpa de los muertos (novela, Editorial Rubeo, Barcelona, 2007); Cuentos en la guerra y en la paz (Servilibro, Paraguay, 2011); La faute des morts (novela, Editions La Derniére Goutte, Estrasburgo, Francia, 2014); Teatro Político-1 (Editorial Intercontinental, Asunción, Paraguay, 2012); Enero. Los perros de Dios (Editorial Servilibro, Asunción, Paraguay, 2013); Teatro Político-2 (Editorial Nueva Generación, Buenos Aires, 2015); Teatro Político-3 (Editorial EUDEBA, Buenos Aires, 2016). Es director de Palabras Escritas, revista-libro, diálogo cultural entre Brasil e Hispanoamérica, Edit. Servilibro, Paraguay. Es miembro de SAL-REDAL, centro de estudios de la Universidad de la Sorbona, París, Francia.

(4)Alberto Boco nació en la Ciudad de Buenos Aires, República Argentina, en 1949, donde actualmente reside. Ha publicado 8 libros de poemas: “Arcas o pequeñas señales” – Buenos Aires – 1986 – Libros de Tierra Firme. “Galería de ecos” – Buenos Aires – 1989 – Ediciones Ultimo Reino. “Ausentes con aviso” – Buenos Aires – 1997 – Libros de Tierra Firme. “Cartas para Beb” – Buenos Aires – 2007 – Edición del Autor. “Riachuelo” – Buenos Aires – 2008 – Ediciones de la Quintana. “Malena” – Buenos Aires – 2012 – Edición del Autor. “Estación de nosotros” – Buenos Aires- 2014 – Buenos Aires Poetry. “Visitas inoportunas” – Buenos Aires – 2014 – Editorial El jardín de las delicias. “Para un programa de disolución y otros textos” – Buenos Aires – 2016 – Ediciones En Danza. Mantiene inéditos más de 10 volúmenes de poesía. Poemas suyos fueron publicados en revistas literarias de Argentina y el exterior, entre ellas Río Grande Review de la Universidad de Texas at El Paso, EE.UU.; Revista Nagari, Miami, EE.UU., y Littoral Magazine, Reino Unido. Poemas suyos han sido también publicados en revistas literarias en Colombia, Brasil y Rumania. Ha recibido diversas distinciones, entre ellas el Primer Premio en el Primer Concurso Nacional de Poesía “César Domingo Sioli". de Argentina. Escribió varios artículos y reseñas en revistas literarias impresas y virtuales, de Argentina y del exterior.

 

 

Fragmento del capítulo tres del

libro:

 

 

(...) Cuando Jahveh crea lo hace ordenando, “hágase esto, hágase aquello” y aquello era.

Es sabido que en el segundo tomo del deuterocanónico libro de los Macabeos, el autor, increpando al lector, lo instiga a observar el cielo y la tierra para “que sepas que a partir de la nada los hizo Dios, y que también así hizo al género humano”.

Esta creación a partir de la nada (ex-nihilo) contradice los postulados de Parménides, que había escrito que “de la nada, nada”. Pero ni Moisés ni los redactores de Macabeos tenían por qué haber leído al eleata.

En el Génesis se completa esta narración de la creación, y de esta admonición extrae Agustín de Hipona el hito inicial o año cero que inicia la línea de la Historia, que tendrá su cierre el día de la Parusía o segunda venida del Cristo para la ejecución del Juicio Final.

Los cristianos somos una población que está a la espera del desenlace de un proceso penal al que llegamos por el hurto de una fruta. Y esta cosmogonía “de la nada” empezó con la palabra de Dios.

Después vendrá la Historia para realizar la ímproba tarea de tratar de colocar de nuevo cada piedra del templo del pasado en el sitio que le corresponde. Pero la Historia no oficia con bloques y mampostería: reconstruye con palabras.

Aristóteles en Retórica, 1368 avisa que “es sobre la base del pasado como juzgamos el futuro. Porque casi siempre lo que va a suceder es semejante a lo que ya sucedió”. Y, como recomienda Antonio Valdecantos en Apología del arrepentido, Editorial Mínimo Tránsito, colección Teoría y Crítica, Madrid, 2006 capítulo ‘El alma encapsulada’ donde adverte que “No siempre recurren a la mente los paradeígmatas similares que necesitamos como ejemplos para invocar el curso del pasado, y entonces, mejor no preocuparse mucho e inventarlos uno mismo; las fábulas y las parábolas son formas, a veces ventajosas, de paliar la carencia de ejemplos”.

Sigo puntualmente las recetas de este dúo Aristóteles & Valdecantos y absuélvaseme de mentir descaradamente como me recriminaba una tía cuando era niño.

Aprendí a mentir muy precozmente porque entendí que es el otro uso que podemos dar libremente a las palabras. Si la Historia reconstruye el pasado de un modo casi siempre fabuloso usando palabras, yo mentía para fabricar un futuro que no repudiara mis deseos.

La palabra será entonces vehículo de la revelación, mensajera de nuestras imprecaciones, promulgadora de nuestras dudas, acreedora de nuestros errores, y todo debido a la infinita virtud de este instrumento que es al mismo tiempo su debilidad y su fortaleza.

Todo instrumento, al carecer de voluntad, es víctima de la posibilidad.

Que significa riesgo, destreza, accidente y error.

Y todo esto, encerrado en veintidós símbolos mágicos.

ABM

 

 

PREFACIO 2018


Hay dos perplejidades que me mantienen insomne a veces:
el tiempo y el espacio. Son lo que el ilustre Kant llamaba “formas puras a priori de la sensibilidad”.

Esto es, son un no ser, existen pero no son ontológicamente nada ya que al carecer de materia, como el espíritu, y sernos ajenos, como la santidad, ni siquiera nos autorizan a sumarle cualidades como hacemos cuando nos ornamos con virtudes que ni siquiera conocemos.

Decía, el ínclito filósofo, que nuestro aparato sensorial y perceptivo necesita ubicar los objetos del mundo exterior “en coordenadas de tiempo y espacio” antes de darles entidad.

Pero en su extenso libro, nunca nos dice qué cosa son esos misteriosos “tiempo” y “espacio” y eso que puedo jurarles
que leí de cabo a rabo la “Crítica” con su colofón, prólogo, prefacio, índice, solapa, contratapa, portadilla, ex libris, referencias y hasta fecha de impresión.

Pensemos un instante en una sirena. Nadie la ha visto pero
tampoco podemos imaginarla sin trazar un instante (ahora, que la estamos mencionando) y un sitio en el que aparezca la sirena, aunque fuere el amplio espacio -parecido al vacío-del marco de nuestra mente. Vale decir, antes de pensar la sirena fue necesario pensar en un tiempo y un espacio. Por eso Mr. Kant los llamó acertadamente condiciones apriorísticas, porque deben estar antes que la
percepción de la que son de algún modo, su molde. 

 

(...)

 

DIOS Y LA MATERIA

 

La duda tiene mala prensa.

Los siglos la llenaron de indeterminaciones y ambigüedades hasta el hartazgo, incitados por los dogmas que la vieron como enemiga. Conservo el asombro de haber visto caer, una a una, las doctrinas religiosas que vivían en mí como se derrumbaron las piedras de los muros de Jericó, tentadas por melodías extranjeras.

Entre sus escombros, algo sobrevivió. Todas las especulaciones que la razón nos fue proponiendo han sido intentos de invasión de ese territorio incierto, salvaje y natural que es la duda. 

Dios, según lo testimonia el caudillo Moisés o quienes escribieron en su nombre, en la montaña sagrada de Horeb renegó de los nombres y se explicó a sí mismo como “Yo soy el que soy Yo”. Pasaron los siglos y allá por el año 1328 un monje franciscano huyó de la Corte papal de Avignón perseguido por la gendarmería católica. La causa que lo afectaba era haber defendido el nominalismo, doctrina que enseña que los nombres son convenciones, no sustentos existenciales. Por citar un ejemplo práctico supongamos que aparece un nuevo artículo de la técnica, que es un mundo nuevo creado a partir de metales y silicio; y usted, yo, y el vecino convenimos en llamarlo “trasladador” porque funciona facilitando el traslado de datos de un sitio a otro; pero este término que usamos “trasladador” es absolutamente convencional, lo acordamos entre nosotros para saber a qué nos referimos cuando pronunciamos esa palabra nueva, pero esto no certifica ontológicamente nada. Trasladador no es el fundamento metafísico del nuevo aparato, es solamente un modo de llamarlo.

Con el nominalismo de Guillermo de Ockham todo el edificio de la teología, (ciencia que afirma estudiar la intimidad de Dios) amenazaba derrumbarse porque estaba construido con material genérico. El Señor no podría haber creado, decían los teólogos, atentos a Platón y sus esencias, una a una, las multitudes calcáreas que siembran los caminos y laderas de montañas. No. El Señor creó “la” Piedra y después la naturaleza, que tiende a copiar, multiplicó ese arquetipo o modelo (Piedra) y llenó de cascotes individuales todo el planeta.

Ningún teólogo podía poner en duda siquiera por un instante (suponiendo que la fe admita mensuras horarias) la verificabilidad de aquella Piedra Genérica, madre y garantía de la petricidad o propiedad de ser intrínsecamente una piedra cualquiera reuniendo sus cualidades, sin blasfemar al mismo tiempo.

Y blasfemar era un ejercicio altamente peligroso para la salud en pleno siglo XIV.

Ockham la refutó. Publicó que “se define únicamente lo singular, porque toda cosa es singular” cuestionando, en su Tratado sobre los principios de la teología la existencia de la inasible piedra genérica “porque, debe saberse que todo lo que es, es singular”. En otras palabras, solamente podemos constatar la existencia de piedras y más piedras, una acá otra acullá, pero jamás nadie ha visto el arquetipo de la ‘piedra modelo’ que salió de las manos divinas.

¿Cómo explicar entonces la petricidad, esa Idea Divina que sostiene las existencias contingentes de los cascotes que vemos en los caminos pedregosos de nuestro mundo pasajero?

Ockham responde que esa piedra genérica se reduce a ser un signo, un fantasma mental creado por todos nosotros, un símbolo más, pasajero y fugaz, y que no ha sido hechura divina. Por algo recomienda volver a la lectura del Génesis, 2: 19 donde el mismo Dios ordenó a Adán: “Dios formó, pues, de la tierra toda bestia del campo, y toda ave de los cielos, y las trajo a Adán para que viese cómo las había de llamar; y todo lo que Adán llamó a los animales vivientes, ese es su nombre”.

El Pentateuco no dice que Dios creó arquetipos en forma de nombres y después ordenó a la naturaleza abrir una factoría de copias de los mismos. El Pentateuco dice claramente que Dios creó las piedras, y después sugirió al señor Adán que fuese nombrando cada objeto a su gusto y placer. De este catálogo originario nació el idioma original cuyo vocabulario desconocemos. No sabemos qué lengua hablaba Yahveh ni cómo se entendió con Adán, el hombre sin ombligo, que desconocía todas las lenguas ya que había nacido adulto. Tampoco se consignó aquel primitivo diccionario que inventó.

Mucho tiempo después, después del destierro del Paraíso Terrenal, después de aquel diluvio de cuarenta días, después de millares de atardeceres idénticos sobre las dunas de Moab, después de Lot y de Babel, cuando ya había muchas lenguas sembrando confusión en la tierra, apareció Moisés que fue el redactor de esas historias, según afirman masoretas, rabinos y maestros de la Ley.

Ese lenguaje será un extraño símbolo hecho de símbolos que hizo al hombre. En el génesis sumerio (En-ki y el orden del mundo, poema narrativo de la cosmogonía sumeria) vuelve a repetirse el mismo relato con otros protagonistas: En-ki, el Principio Inteligente nombra el cañaveral y aparece la calma claridad del agua, los somnolientos peces y el junco en sus fronteras.

Cuando Jahveh crea lo hace ordenando, “hágase esto, hágase aquello” y aquello era. Es sabido que en el segundo tomo del deuterocanónico libro de los Macabeos, el autor, increpando al lector, lo instiga a observar el cielo y la tierra para “que sepas que a partir de la nada los hizo Dios, y que también así hizo al género humano”. Esta creación a partir de la nada (ex-nihilo) contradice los postulados de Parménides, que había escrito que “de la nada, nada”. Pero ni Moisés ni los redactores de Macabeos tenían por qué haber leído al eleata. En el Génesis se completa esta narración de la creación, y de esta admonición extrae Agustín de Hipona el hito inicial o año cero que inicia la línea de la Historia, que tendrá su cierre el día de la Parusía o segunda venida del Cristo para la ejecución del Juicio Final.

Los cristianos somos una población que está a la espera del desenlace de un proceso penal al que llegamos por el hurto de una fruta. Y esta cosmogonía “de la nada” empezó con la palabra de Dios.

Después vendrá la Historia para realizar la ímproba tarea de tratar de colocar de nuevo cada piedra del templo del pasado en el sitio que le corresponde. Pero la Historia no oficia con bloques y mampostería: reconstruye con palabras. Aristóteles en Retórica, 1368 avisa que “es sobre la base del pasado como juzgamos el futuro. Porque casi siempre lo que va a suceder es semejante a lo que ya sucedió”. Y, como recomienda Antonio Valdecantos en Apología del arrepentido, Editorial Mínimo Tránsito, colección Teoría y Crítica, Madrid, 2006 capítulo ‘El alma encapsulada’ “No siempre recurren a la mente los paradeígmatas similares que necesitamos como ejemplos para invocar el curso del pasado, y entonces, mejor no preocuparse mucho e inventarlos uno mismo; las fábulas y las parábolas son formas, a veces ventajosas, de paliar la carencia de ejemplos”.

Sigo puntualmente las recetas de este dúo Aristóteles &Valdecantos y absuélvaseme de mentir descaradamente como me recriminaba una tía cuando era niño. Aprendí a mentir muy precozmente porque entendí que es el otro uso que podemos dar libremente a las palabras. Si la Historia reconstruye el pasado de un modo casi siempre fabuloso usando palabras, yo mentía para fabricar un futuro que no repudiara mis deseos.

La palabra será entonces vehículo de la revelación, mensajera de nuestras imprecaciones, promulgadora de nuestras dudas, acreedora de nuestros errores, y todo debido a la infinita virtud de este instrumento que es al mismo tiempo su debilidad y su fortaleza. Todo instrumento al carecer de voluntad es víctima de la posibilidad. Que significa riesgo, destreza, accidente y error.

Y todo esto, encerrado en veintidós símbolos mágicos.

 

 

 

El libro está disponible para la venta y envíos en:

 

www.libreriadelapazediciones.com.ar/

 

Sobre “Sueños de la eternidad, en el tiempo”, de Alejandro Bovino Maciel.

Rubén Balseiro

Publicado en la Revista Hawansuyo, N.Y. julio 2023.

julio 23, 2023



 
La editorial argentina Librería de la Paz distribuyó recientemente el primer tomo de la obra del reconocido autor, que indaga con erudición e ironía en los aspectos más complejos del pensamiento occidental.
 
 
Abordar el nuevo libro de Alejandro Bovino Maciel (*), “Sueños de la eternidad, en el tiempo”(**) es un desafío que nos coloca frente a consideraciones filosóficas, pero también, partiendo de las mismas, a un minucioso recorrido por la historia de la Iglesia, desde los albores con Cristo y sus apóstoles, hasta las postrimerías de la actualidad con toda la estructura social y política que el Vaticano representa.
El libro termina su primer capítulo con una pregunta que puede sacudir a algunos e incomodar a otros:
“¿Para qué murió en la cruz entre dos delincuentes este pobre hombre? Nadie lo sabe. 
Repetimos sin pensarlo demasiado que esa sangre lavó los pecados”.
 Y con una reflexión que seguramente puede incomodar más aún:
“Nunca podré comprender el valor del asesinato para resolver las cuestiones pendientes: sólo la mafia y las dictaduras pueden pensar que matando a una persona se extingue un peligro”.
Si partimos de la idea de que en este caso el “asesino” es el propio Dios Padre, comprenderemos el tono de la obra, que hace necesario que “El curioso lector” y “La ensimismada lectora”, utilizando la jerga del autor, estén preparados para un libro desenfadado donde la crítica es una constante y donde no hay ausencia de ironía.
Es que recorrer los laberínticos salones de la discusión sobre la real existencia divina de Cristo o la condición simplemente carnal, no deja otro lugar más que la incógnita, acaso sin resolver o resuelta por mandato papal, mostrando una vez más como el poder es el eje de la mayor parte de las consideraciones humanas y mostrando, también, cómo ese mismo poder pasó sucesivamente de las manos de reyes o emperadores a las manos del “Santo Padre” y viceversa.  
Es que de esta reyerta surgirá la posibilidad de entender la eternidad, búsqueda incesante de la humanidad desde los primeros registros escritos de la Epopeya de Gilgamesh o tal vez, admitir que ese entendimiento escapa a las posibilidades humanas.
Para abordarlo no están ajenas las discusiones sobre el “Ser”, aun a sabiendas de la imposibilidad de definirlo, el análisis de la especie o el género, acudiendo a ejemplos claros y precisos como forma análoga de abordar la esencia real de la figura de Cristo. 
Tampoco faltan las visiones aristotélicas o platónicas que, a lo largo de la historia de la iglesia, los clérigos esgrimieron para justificar tal o cual postura.
Un libro completo (si es que puede aplicarse ese adjetivo en estos temas) necesario para los que quieren saber cómo se fue tejiendo la entramada red de poder que hoy ostenta el Vaticano, pero a la vez un libro que deja los intersticios necesarios para que cada lector elabore ideas, piense, abra su mente y, sobre todo, pueda cuestionarse aspectos de nuestra cultura que más de una vez se dan por aceptados sin preguntarnos por qué.
Y estas preguntas, necesarias, sin duda, son las que debemos ejercitar, porque el mundo actual, en su vorágine y su falta de profundidad, las está olvidando.
Por eso quiero cerrar esta breve nota trayendo los versos del Martín Fierro, que el autor cita en el último capítulo de “Sueños de la eternidad”, mostrando cómo en todas las literaturas de los más distantes sitios de la tierra las preguntas por el tiempo y la eternidad y el posible entendimiento de hombres y mujeres sobre el tema, han sido y son siempre interrogantes que no tienen acaso resolución.
“Moreno, voy a decir, / según mi saber alcanza / el tiempo sólo es tardanza / de lo que está por venir. / No tuvo nunca principio / ni jamás acabará / porque el tiempo es una rueda / y rueda es eternidad / y si el hombre lo divide / sólo lo hace, en mi sentir / para saber lo que ha vivido / o le resta por vivir”.
Invito a leer este libro, invito a enfrentarnos a los cuestionamientos que plantea su autor, ya que son cada vez más necesarios para entender el mundo en el que vivimos, para entender cómo se teje el poder y qué incidencia tenemos en ese juego.

 

Rubén Balseiro (***)

Julio, 2023

Referencias

(*)El poeta, ensayista, dramaturgo y narrador argentino Alejandro Bovino Maciel nació en la provincia de Corrientes en 1956. Entre otros, ha publicado los siguientes títulos: La salvación, después de Noé (cuentos y ensayos, Editorial Ocruxaves, Buenos Aires, 1989); Los conjurados del Quilombo del Gran Chaco (relatos, en coautoría con Augusto Roa Bastos, Omar Prego Gadea y Eric Nepomuceno, Edit. Alfaguara, Buenos Aires, 2000, Editorial Record, Brasil, Río de Janeiro, 2001); El trueno entre las páginas (conversaciones con Augusto Roa Bastos, Editorial Intercontinental, Asunción, Paraguay, 2002);  Polisapo(narración en coautoría con Roa Bastos, Ed. Servilibro, Asunción, Paraguay, 2002, Editorial Libresa, Ecuador, 2005, Editorial Laberinto, España, 2006); La Bruja de oro(nouvelle infanto-juvenil, Servilibro, Paraguay, 2004); Prostibularias-1 (en coautoría con otros autores paraguayos y argentinos, Editorial Servilibro, Paraguay, 2002); Diários de um rei exiliado (Editorial Landmark, Sao Paulo, Brasil, 2005); El señor es contigo (en coautoría con Gloria Rubin, investigación sobre feminicidio en Paraguay, Servilibro, Paraguay, 2005); 20 poemas de humor y una canción disparatada (en coautoría con Pepa Kostianovsky, Servilibro, Paraguay, 2005); Culpa de los muertos (novela, Editorial Rubeo, Barcelona, 2007); Cuentos en la guerra y en la paz (Servilibro, Paraguay, 2011); La faute des morts(novela, Editions La Derniére Goutte, Estrasburgo, Francia, 2014); Teatro Político-1(Editorial Intercontinental, Asunción, Paraguay, 2012); Enero. Los perros de Dios (Editorial Servilibro, Asunción, Paraguay, 2013); Teatro Político-2 (Editorial Nueva Generación, Buenos Aires, 2015); Teatro Político-3 (Editorial EUDEBA, Buenos Aires, 2016). Es director de Palabras Escritas, revista-libro, diálogo cultural entre Brasil e Hispanoamérica, Edit. Servilibro, Paraguay. Es miembro de SAL-REDAL, centro de estudios de la Universidad de la Sorbona, París, Francia.

(**)Editorial Librería de la Paz, ISBN 978-987-8964-60-7, volumen 1, con estudio preliminar del Prof. Oded Balaban, Departamento de Filosofía de la Universidad de Haifa, Israel, 132 pp, Resistencia, provincia argentina del Chaco, 2023. https://www.libreriadelapazediciones.com.ar/

(***)Escritor argentino nacido en Avellaneda, Provincia de Buenos Aires, Argentina, en 1955. Ha colaborado en numerosas publicaciones, periódicos y revistas del país y del exterior. Integrante durante varios años de la Fundación Argentina para la Poesía, de la que fue secretario durante los años 1994 a 1998. Participó como secretario de redacción de la revista “Nexo Literario” de la Fundación Argentina para la Poesía y coordinó durante esos años el “Café Literario de la Sociedad Argentina de Escritores” (SADE) junto a Guillermo Román. En 1999, junto a Gabriela Gelardi, Guillermo Román y Juan José Folguerá fundó el grupo “Sisma” y coordinó junto a Gabriela Gelardi el Café Literario de dicho grupo. En 2010 en compañía de Carina Paz coordinó nuevamente el Café Literario en SADE. Figura en varias antologías, entre ellas: “El Cantar de las Palabras” Ed. Metáfora - “Poetas Argentinos Contemporáneos” Tomo III Ed. Eleusis (selección de Nina Turlher) -“70 poetas Argentinos de Hoy” Ed. Plus Ultra (Selección de Antonio Aliberti) - “Testimonios del Presente” Ed. La Luna Que - “Poesía Argentina Contemporánea” Vol. XIII (Fundación Argentina para la Poesía) -  “Otra mirada otra distancia” Ed. La Luna Que, entre otras.  Ha publicado en poesía: “De Lugares y Olvidos”, Ed. Último Reino (1989) - “Los desiertos más íntimos” Ed. Último Reino (1998) - “Cántaros quebrados”, Ed. Argos (2005) - “Despojos”, Ed. Vinciguerra (2007)- “Sueños de Ícaro” Ed. Namastei (2011) - “Como los pájaros”, Ed. La Luna Que (2015) - “Al caer la noche”, Ed. Botella al mar, Uruguay, (2018). En ensayo: “En la tierra de nadie”. Ed. Vinciguerra (2008) - “Roberto Juarroz”, Ed. La Luna Que (2018) - “Comunicación, palabra y poder”, Enigma editores, (2019) - “Roberto Juarroz, los límites de la palabra”, Colección Los Maestros, Fundación Argentina para la Poesía (2020) – “Consideraciones sobre poesía y lenguaje”, Enigma editores (2022) y “Poemas Vagabundos” (2023), Enigma editores. Su obra ha sido traducida parcialmente al inglés, francés y griego Ha recibido, entre otras distinciones:  Primera Mención Fondo Nacional de las Artes y Faja de Honor de ADEA (1989) por “De Lugares y Olvidos” - Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores (2008) por “Despojos” - “Puma de Plata” de La Fundación Argentina para la Poesía (2010) - Primer Premio de las “Siete Colinas” por “Sueños de Ícaro” (2011) - “Tercer Premio Municipal de la ciudad de Buenos Aires”  por “Como los pájaros” – Primer premio “Arturo Cuadrado, (Uruguay) por “Al Caer la noche” (2018) - Distinción a la trayectoria literaria otorgada por el ILCH (Instituto Latinoamericano de Cultura Hispánica).Contacto: rbalseiro55@gmail.com

 

Los sueños de la eternidad en el tiempo, de Alejandro Bovino Maciel.

Erudito trabajo sobre los interrogantes fundamentales de la civilización occidental

 Luis Polo (*)

La editorial argentina Librería de la Paz acaba de publicar el primer tomo de la saga del destacado autor correntino, con estudio preliminar del Prof. Oded Balaban, del Departamento de Filosofía de la Universidad de Haifa, Israel.

 

Voy a cometer una herejía literaria —algo que con buen estilo despliega Alejandro Bovino Maciel (1) en su “Los sueños de la eternidad en el tiempo” (2) —: la de comenzar la reseña de su libro por el último capítulo.

Es el capítulo titulado “La eternidad de las pampas y el gauchaje”, el que, en mi modo de leerlo, es la justificación literaria o poética de todo lo desarrollado anteriormente, ya que allí enlaza “El gaucho Martín Fierro”, el conocido y estudiado libro de José Hernández, con lo desarrollado en los seis capítulos anteriores de este ensayo.

“Los sueños de la eternidad en el tiempo” aborda un tema complejo que ha desvelado a la filosofía y las religiones –—como a las disciplinas conexas a ellas— y desde hace miles de años a la civilización occidental. Para ello Bovino Maciel desarrolla un excelente cruce, producto de muchos años de estudio y de investigación, de la historia de la doctrina del cristianismo y de la filosofía occidental. Nos encontramos, a partir de los primeros seis concilios papales, con precisos detalles de nombres y fechas de las idas y vueltas sobre aquello que debe ser un dogma, como la entidad eterna de Dios y Cristo, sobre si deben ser Uno o dos, sobre los siete pecados capitales, la “maculada” concepción de la virgen, la infalibilidad del Papa y otros importantes temas. Bovino Maciel encuentra en los propios argumentos de la iglesia católica el origen de las dudas y de las críticas que el autor plantea con una rigurosidad que no exime de pinceladas de humor.

Toda su erudición pega un salto histórico y queda puesta al servicio de la lectura que realiza sobre “El gaucho Martín Fierro” y “El regreso de Martín Fierro”, en donde queda en evidencia que a Bovino Maciel —como lo atestigua su vasta obra literaria anterior— le interesa tanto la historia de la región —habría que decir de la Patria Grande— como su literatura.

Ricardo Piglia, un imprescindible faro intelectual, dice en “Las tres vanguardias” que la recepción de un libro depende más del modo en que se lo lee que del modo en que fue escrito, lo cual depende del contexto histórico donde se despliega la lucha de las vanguardias con las tradiciones literarias.

José Hernández escribió “El gaucho Martín Fierro” en 1872 y “La vuelta de Martín Fierro” en 1879, como una respuesta al “Facundo o civilización y barbarie en las pampas argentinas”, de Domingo F. Sarmiento, y su objetivo era literario y político.

Hernández era rival político de Sarmiento, quien puso precio a su cabeza luego de un fallido levantamiento en armas de aquel en contra de su gobierno  —por eso Hernández se refugió en Corrientes y en el sur de Brasil, momento en que comenzó la escritura de su poema gauchesco—. Composición cuyo fin era destacar la marginalidad a la que era sometido el gaucho en el momento histórico de la construcción de la República Argentina, luego de finalizada la larga guerra civil entre unitarios y federales.

El gaucho era, por un lado, carne de cañón en la lucha contra los indios —Martín Fierro es “levantado” contra su voluntad y llevado a la frontera interior a pelear contra los pampas, de donde escapa— y por otro por la llegada de los inmigrantes, quienes gozaban de beneficios que les negaban a los gauchos: los extranjeros eran aquellos que traían la anhelada civilización europea.

Bovino Maciel se instala en esa polémica y dice que el gaucho es un marginal en doble sentido: por su analfabetismo y por sus costumbres camperas es rechazado por la ciudad que comienza a europeizarse y a su vez también es rechazado por los indios, pues ha luchado contra ellos.

La generación del 80 leyó el Martín Fierro como la exaltación de la barbarie que buscaba erradicar, pero llegado el siglo XX el Martín Fierro fue leído de otra manera. En 1917, en “El payador”, Leopoldo Lugones se pone al frente de la tarea literaria y política de canonizarlo como el libro de la argentinidad. Fue esa una respuesta al temor de las clases dominantes a las ideas anarquistas que llegaban con los inmigrantes europeos; se necesitaba un símbolo de la tradición de lo argentino. Lugones lee en el Martín Fierro el coraje de la raza y de la lucha por la libertad, cualidades harto necesarias para enarbolarlo como símbolo. Esta operación que fue rechazada por Borges, quien dijo que el destino de nuestro país hubiera sido otro si el libro de la argentinidad hubiera sido el Facundo y no la historia de un gaucho desertor. Macedonio Fernández terció con su habitual ironía: “pobres los gauchos, se la pasan hablando en versos”.

Bobino Maciel atraviesa al Martín Fierro por lo que escribió en los seis capítulos anteriores de su ensayo y el resultado es extraordinario. Se centra en el giro narrativo e ideológico que se encuentra en “La vuelta…” cuando Fierro, en la payada con el Moreno, hermano de aquel a quien Fierro mató años atrás, somete a preguntas al Moreno sobre la naturaleza, la cantidad, el Ser. Este las responde con profundos conocimientos, provocando la admiración de Fierro. Después —en un intercambio dialéctico— es el Moreno quien interroga a Fierro sobre Dios y el tiempo, quien, al decir de Bovino Maciel, responde como un metafísico monista y otras como un humanista, algo imposible en la lógica sarmientina. Ya no es el gaucho anarco-matrero, se ha civilizado, da consejos a sus hijos, pero Hernández, astutamente, nos lega en la figura de El viejo Vizcacha, su crítica a la sociedad.

El resultado final del libro es que Fierro se hace amigo del Moreno y se va en paz hacia el horizonte, hacia el futuro, montado en su caballo en compañía de sus hijos.

Cuando un libro me gusta me lleva hacia otros textos, en este caso fui llevado a “Historia de la iglesia argentina”, (2000), ensayo de Roberto Di Stéfano y Loris Zanatta  —el mejor libro de política argentina que leí en los últimos años—; al artículo “Cómo se escribió el Martín Fierro”, (2003), de Élida Lois (forma parte de “Historia crítica de la literatura argentina”, dirigida por Noé Jitrik); a “El Paso de los Libres”, (1934), poema gauchesco sobre la revolución contra el gobierno de Agustín P. Justo que escribiera Arturo Jauretche cuando estuvo preso en Corrientes, y que cuenta con el prólogo de Borges. También fui hacia “Los cautivos”, (2000), una nouvelle de Martín Kohan sobre un par de indómitos y errantes gauchos que recorren la pampa y a “El deseo y la furia”, (2022), la excelente novela de Luis Benítez sobre el mito de Camila O´Gorman, ambas ambientadas en la etapa previa a la formación de la República Argentina, época histórica que hay que recorrer desde la literatura para entender la escritura tanto del Facundo como del poema gauchesco de José Hernández.

Voy a finalizar con una buena noticia, “Los sueños de la eternidad en el tiempo” (2023), editado por Librería de La Paz, es el primer volumen sobre un total de seis libros de Alejandro Bovino Maciel, los que espero que a la brevedad nos sigan enseñando un camino de lectura crítica sobre este complejo e inspirador tema de la existencia humana.

Referencias

(*) Luis Polo nació en Paso de los Libres, provincia argentina de Corrientes, en 1956. Luego vivió en Buenos Aires y actualmente reside en la ciudad de Corrientes. Es psicoanalista y psiquiatra, se dedicó muchos años a la transmisión del psicoanálisis a través de la Biblioteca Analítica Corrientes y del C.I.D Corrientes-Chaco perteneciente al Instituto Oscar Masotta. Publicó artículos de psicoanálisis en diversas revistas. Fue director de la revista de cine Pez Dorado, en la cual publicó críticas de películas.  También publicó en el Círculo invisible, un libro de cuentos de autores correntinos, Érase una vez en Paso de los Libres, autobiografía novelada, en 2022, y la novela Barrientos, en 2023.

(1) El poeta, ensayista, dramaturgo y narrador argentino Alejandro Bovino Maciel nació en la provincia de Corrientes en 1956. Entre otros, ha publicado los siguientes títulos: La salvación, después de Noé (cuentos y ensayos, Editorial Ocruxaves, Buenos Aires, 1989); Los conjurados del Quilombo del Gran Chaco (relatos, en coautoría con Augusto Roa Bastos, Omar Prego Gadea y Eric Nepomuceno, Edit. Alfaguara, Buenos Aires, 2000, Editorial Record, Brasil, Río de Janeiro, 2001); El trueno entre las páginas (conversaciones con Augusto Roa Bastos, Editorial Intercontinental, Asunción, Paraguay, 2002);  Polisapo (narración en coautoría con Roa Bastos, Ed. Servilibro, Asunción, Paraguay, 2002, Editorial Libresa, Ecuador, 2005, Editorial Laberinto, España, 2006); La Bruja de oro (nouvelle infanto-juvenil, Servilibro, Paraguay, 2004); Prostibularias-1 (en coautoría con otros autores paraguayos y argentinos, Editorial Servilibro, Paraguay, 2002); Diários de um rei exiliado (Editorial Landmark, Sao Paulo, Brasil, 2005); El señor es contigo (en coautoría con Gloria Rubin, investigación sobre feminicidio en Paraguay, Servilibro, Paraguay, 2005); 20 poemas de humor y una canción disparatada (en coautoría con Pepa Kostianovsky, Servilibro, Paraguay, 2005); Culpa de los muertos (novela, Editorial Rubeo, Barcelona, 2007); Cuentos en la guerra y en la paz (Servilibro, Paraguay, 2011); La faute des morts (novela, Editions La Derniére Goutte, Estrasburgo, Francia, 2014); Teatro Político-1 (Editorial Intercontinental, Asunción, Paraguay, 2012); Enero. Los perros de Dios (Editorial Servilibro, Asunción, Paraguay, 2013); Teatro Político-2 (Editorial Nueva Generación, Buenos Aires, 2015); Teatro Político-3 (Editorial EUDEBA, Buenos Aires, 2016). Es director de Palabras Escritas, revista-libro, diálogo cultural entre Brasil e Hispanoamérica, Edit. Servilibro, Paraguay. Es miembro de SAL-REDAL, centro de estudios de la Universidad de la Sorbona, París, Francia.

(2)Editorial Librería de la Paz, ISBN 978-987-8964-60-7, volumen 1, con estudio preliminar del Prof. Oded Balaban, Departamento de Filosofía de la Universidad de Haifa, Israel, 132 pp, Resistencia, provincia argentina del Chaco, 2023. https://www.libreriadelapazediciones.com.ar/

 

 

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